Resuelto el primer asesinato de la Historia
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Fueron heridas mortales de necesidad. Grandes agujeros en un cráneo de hace 430.000 años hallado en la Sima de los Huesos, en Atapuerca, y que revelan el uso de una violencia extrema. De hecho, los investigadores afirman que se trata de uno de los primeros casos documentados de asesinato de toda la Historia. El relato y el estudio de este crimen prehistórico, dirigido por Nohemi Sala, del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, se acaba de publicar en la revista PLOS ONE.
Se trata de otro de los «tesoros» paleontológicos de la Sima de los Huesos, uno de los yacimientos más prolíficos de la Sierra de Atapuerca. Allí, al final de una profunda cueva de la sierra burgalesa, y al fondo de una sima de casi 15 metros de profundidad, los investigadores llevan varias décadas extrayendo fósiles de hace más de 400.000 años, una época denominada Pleistoceno Medio y de la que, exceptuando a Atapuerca, apenas si hay un puñado de restos fósiles en todo el mundo.
Pero la Sima de los Huesos es diferente. Allí, casi treinta individuos diferentes conforman el que es, sin duda, el mejor yacimiento paleontológico del mundo para el estudio de ese periodo. Y un número tan grande de restos da para mucho más que analizar rasgos anatómicos. Permite, de hecho, estudiar comportamientos, relaciones sociales, dinámica de grupos… O incluso contar historias de asesinatos.
El cráneo 17 de la Sima está prácticamente completo, y ha sido reconstruido pacientemente por los científicos a partir de 52 fragmentos, aparecidos a lo largo de numerosas campañas (unas veinte) de excavación diferentes. Pero una vez reconstruido saltó la sorpresa: el cráneo 17 muestra, en efecto, dos graves lesiones penetrantes en el hueso frontal, justo encima del ojo izquierdo.
Utilizando las técnicas forenses más modernas, como el análisis de contornos y trayectoria de los traumas, los autores de la investigación han demostrado que ambas fracturas fueron producidas por dos impactos diferentes pero procedentes del mismo objeto. Los dos golpes muestran trayectorias ligeramente distintas y fueron, sin duda, la causa de la muerte del sujeto.
Según los investigadores, es muy poco probable que las heridas se produjeran como consecuencia de una caida fortuita o de un accidente de alguna otra clase. El eje direccional de ambas lesiones, en efecto, es vertical, lo que indica que fueron producidas por dos golpes asestados de arriba a abajo.
Más bien, y basándose en el tipo de fractura, la localización de las heridas y el hecho de que fueron infligidas con el mismo objeto, llevan a los investigadores a interpretarlas como el resultado de un acto letal de agresión. Un acto que podría considerarse como el primer caso (conocido) de asesinato en la historia humana.
Y lo que es más, los científicos han hallado evidencias de que, una vez muerto, el desdichado individuo fue probablemente arrastrado y arrojado a la Sima por otros de sus congéneres, lo que sugiere que la acción humana podría ser responsable de la acumulación de restos al fondo de ese foso natural.
Cómo pudieron acumularse tantos cadáveres en el mismo punto es algo que, hoy por hoy, constituye una incógnita. Pero el asesinato de la Sima podría ayudar a resolverla, apuntando en la dirección de una primitiva forma de enterramiento, y no de una acumulación natural de los restos
Se trata de otro de los «tesoros» paleontológicos de la Sima de los Huesos, uno de los yacimientos más prolíficos de la Sierra de Atapuerca. Allí, al final de una profunda cueva de la sierra burgalesa, y al fondo de una sima de casi 15 metros de profundidad, los investigadores llevan varias décadas extrayendo fósiles de hace más de 400.000 años, una época denominada Pleistoceno Medio y de la que, exceptuando a Atapuerca, apenas si hay un puñado de restos fósiles en todo el mundo.
Pero la Sima de los Huesos es diferente. Allí, casi treinta individuos diferentes conforman el que es, sin duda, el mejor yacimiento paleontológico del mundo para el estudio de ese periodo. Y un número tan grande de restos da para mucho más que analizar rasgos anatómicos. Permite, de hecho, estudiar comportamientos, relaciones sociales, dinámica de grupos… O incluso contar historias de asesinatos.
El cráneo 17 de la Sima está prácticamente completo, y ha sido reconstruido pacientemente por los científicos a partir de 52 fragmentos, aparecidos a lo largo de numerosas campañas (unas veinte) de excavación diferentes. Pero una vez reconstruido saltó la sorpresa: el cráneo 17 muestra, en efecto, dos graves lesiones penetrantes en el hueso frontal, justo encima del ojo izquierdo.
Utilizando las técnicas forenses más modernas, como el análisis de contornos y trayectoria de los traumas, los autores de la investigación han demostrado que ambas fracturas fueron producidas por dos impactos diferentes pero procedentes del mismo objeto. Los dos golpes muestran trayectorias ligeramente distintas y fueron, sin duda, la causa de la muerte del sujeto.
Según los investigadores, es muy poco probable que las heridas se produjeran como consecuencia de una caida fortuita o de un accidente de alguna otra clase. El eje direccional de ambas lesiones, en efecto, es vertical, lo que indica que fueron producidas por dos golpes asestados de arriba a abajo.
Más bien, y basándose en el tipo de fractura, la localización de las heridas y el hecho de que fueron infligidas con el mismo objeto, llevan a los investigadores a interpretarlas como el resultado de un acto letal de agresión. Un acto que podría considerarse como el primer caso (conocido) de asesinato en la historia humana.
Y lo que es más, los científicos han hallado evidencias de que, una vez muerto, el desdichado individuo fue probablemente arrastrado y arrojado a la Sima por otros de sus congéneres, lo que sugiere que la acción humana podría ser responsable de la acumulación de restos al fondo de ese foso natural.
Cómo pudieron acumularse tantos cadáveres en el mismo punto es algo que, hoy por hoy, constituye una incógnita. Pero el asesinato de la Sima podría ayudar a resolverla, apuntando en la dirección de una primitiva forma de enterramiento, y no de una acumulación natural de los restos
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